A Layla, estudiante de tercer año de la UC Berkeley, le diagnosticaron JM a los nueve años. Tras un terrible dolor de cadera, fue hospitalizada, pero, y fueron necesarios meses de pruebas para diagnosticarle JM.
Layla experimentó de primera mano la falta de tratamientos claros para la JM y el continuo desgaste físico y mental que suponía sentirse como una carga para los demás por tener que evitar desencadenantes como los alimentos inflamatorios y estar al aire libre. Su frustración se dirigía a menudo a sus médicos por no haberla diagnosticado antes y por no haberle comunicado más claramente la disponibilidad de nuevos tratamientos como el metotrexato, que podrían haber reducido enormemente sus síntomas pero que a ella la aterrorizaban en ese momento.
Como estudiante de medicina y paciente de JM, Layla comprende la importancia de la investigación y los ensayos. Espera que su trabajo garantice que los médicos estén disponibles, sean minuciosos y se comuniquen con claridad, y que los pacientes tengan voz en su tratamiento.